En una isla más pródiga en poetas que en narradores, Miguel de Carrión (1875-1979) reconocido periodista y médico, fue uno de esos novelistas cubanos que consiguió la fama y el reconocimiento popular, sobre todo por sus novelas Las honradas (1917) y Las impuras (1919), las cuales, deudoras de la narrativa naturalista europea de Emile Zola y de Vicente Blasco Ibáñez, nos muestran un cuadro profundo de la sociedad cubana de los primeros años de la República Neocolonial, desde la psicología femenina, un tema verdaderamente tabú en la Cuba de entonces.
Un libro que ponía su atención sobre un tema tan controversial, consiguió lo esperado, el interés desaforado del público, la polémica social y hasta la propuesta de prohibir a las mujeres la lectura de estas obras, pues las mismas, ponían en tela de juicio la ética y la moral social, la cual en muchos casos, resultaba abiertamente machista y condenaba a las mujeres a la infelicidad por tal de salvaguardar su buen nombre y el buen nombre de su pareja y de su familia. De hecho, encontrar tales obras en las bibliotecas de las casas cubanas de entonces, hablaba de la postura más o menos liberal de sus habitantes.
En Las honradas, la mejor de las dos novelas, sorprendió a muchos porque constituye un profundo estudio psicológico de la personalidad femenina y su llamado a la reivindicación de sus derechos morales. El modo en que el autor toca en su obra muchas de las intimidades femeninas, permitió sacar del armario ciertos temas tabúes, algunos relacionados incluso, con la fisiología femenina. En ella, la tesis defendida por el autor es que a la felicidad no se llega a través del pecado, sino mediante el conocimiento de la naturaleza humana, del sexo, del amor y de la autenticidad de los sentimientos.
Este título se convirtió en un auténtico boom editorial, y en apenas dos años fue necesario reeditarla. Y Miguel de Carrión, ante el éxito alcanzado por su obra, no demoró mucho en escribir la novela complementaria: Las impuras, que vino a cerrar el círculo.
Estas dos obras, así como la póstuma: «La esfinge», son lecturas que a pesar del tiempo transcurrido no dejan de conservar su frescura y resultan lecturas verdaderamente interesantes.