Provincia, provincianismo, provinciano...
Cualquiera de esas palabras pudiera invocar inferioridad, atraso, estrechez mental. La historia de tal significación se remonta a las adopciones de términos árabes por el castellano para referirse a la moneda acuñada localmente, el «baladí», que en arábigo significaba lo propio del país o autóctono, remontándose a su origen medieval en la palabra bálad, para referirse a provincia o lugar.
El baladí se acuñó en la península y en Marruecos, y terminó siendo una moneda recortada que perdió valor y fue objeto de quejas ante la Corona. El desprestigio no impidió que su significado siguiera circulando, esta vez asignado a productos de fabricación local, jenjibre y vinos, distinguiéndolos de los que se hacían en otras regiones peninsulares o en el norte de África, más valorados por su mejor calidad.
El desplazamiento de significado vino a referir lo baladí, lo inferior o menos importante. En el uso contemporáneo se suele hablar de lo provinciano con un sesgo de baladí.
Sin embargo, la escritora cubana Fina García Marruz lo rebate en un contrapunteo de raíz martiana cuando pregunta por qué considerar así el «interior", la provincia.
En provincias han nacido y actuado personalidades cubanas que destacan en el devenir histórico de la isla, trascendiendo en la época.
Y con atinado esfuerzo, Fina insiste en que el interior del cuerpo es donde están los órganos vitales para la existencia de la persona.
Manera sencilla y noble de saldar deudas con la humanidad provincial y su importancia.
Redactado con información de elcastellano.org