«El Maestro», «El apóstol de la nación cubana», «El más grande de todos los cubanos», «Ese misterio que nos acompaña», «Un coloso colosal», «El hombre que más amó a Cuba», «El héroe nacional de nuestra patria», «El poeta más importante del siglo XIX cubano», todas estas frases nos vienen a la mente cuando pensamos en José Martí. También es habitual hablar de su omnipresencia en todos los rincones de la isla que le vio nacer y que le vio morir en combate esclavo de su fe y de sus doctrinas.
¿Pero acaso sabemos a ciencia cierta quién era realmente José Martí? Todo parece indicar que en la misma medida en que pasa el tiempo, su imagen real se difumina más y más, y todo aquel que se preocupa por descubrir a la persona que se esconde detrás del personaje, se encuentra con un muro de silencio, difícil de derribar.
Dijo alguien una vez que…«existen tantos Martí como personas que hayan sabido de su existencia»… El insigne poeta y patriota cubano nació alrededor de la hora tercera de la fría madrugada del 28 de enero de 1853, de padres españoles de humilde condición, y tal pareciera destinado a tomar el relevo de ese otro gran padre de la nación que responde al nombre de Félix Varela, quien murió apenas un mes más tarde, en La Florida, lejos del sol que le vio nacer.
Un día como hoy, se cumple el aniversario 163 del natalicio de José Martí, y creo que el mejor homenaje que podemos darle a este cubano singular, es alejarnos del busto frío, y de la mirada complaciente y aprendida. Porque con toda seguridad, en cada rincón de sus dos patrias, Cuba y la Noche, estará el José Martí real extendiéndonos su mano y procurando de cada uno de nosotros el favor de nuestro amor, de nuestra amistad y de nuestro amparo, lo mismo que el ciervo herido de su poema. Y seguramente inflamará su alma mucho más que nuestra ciega devoción o nuestra indiferencia.