Hubo un tiempo, en el siglo XIX, en que los cubanos, fundamentalmente la intelectualidad, añoraba lucir ante el mundo, y sobre todo ante los ojos de su metrópoli, que los hijos de la mayor de las Antillas podían hacerlo tan bien como los de la madre patria. Nunca había sido la isla muy próspera en novelistas, pero Cirilo Villaverde, este grande de las letras cubanas, permitió a los criollos sacar pecho y poder comparar a su Cecilia Valdés con las mejores obras nacidas en suelo peninsular.
Coincidencia histórica es el hecho que Don Cirilo Villaverde haya nacido un 28 de octubre de 1812. Trescientos veinte años antes, ese mismo día, desembarcaría en tierra cubana el almirante Cristóbal Colón.
Maestro de Literatura en Cuba, deportado después, estuvo presente junto a otros patriotas en la confección de la bandera de Narciso López, y ya anciano, en New York, después de haber aprendido a encajar derrota tras derrota, aún con la esperanza y el anhelo indomable reflejado en los ojos, hablaba a los más jóvenes sobre la necesidad de libertar a la patria cubana de España, y hacerlo con el cuidado de no poner la isla en manos de un dueño aún más poderoso. Murió el 23 de octubre de 1894, sin ver a su patria libre, pero aún hoy, todos los cubanos creen ver detrás de cada mulata hermosa, a aquella Cecilia Valdés que él ideó.
