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«Yoss: Sus obsesiones y sus mundos…»

En 1998, cuando se funda el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, por Eduardo Heras León, tuve la suerte de pertenecer a ese primer grupo de provincias, que se sumó a ese espacio tan singular y que tantos frutos ha dado a la narrativa insular e iberoamericana. A Yoss lo conocí porque le gustaba escaparse del grupo habanero, para sumarse al grupo de otras provincias que solo visitaba la ciudad una semana. Llegaba, compartía, dialogaba, «machacaba» a los iniciados, pero siempre con la jovialidad que lo caracteriza y con su maestría, pues ya, de algún extraño modo, era un narrador «hecho y derecho».

Tendríamos que aplaudir que la Colección Agustín de Ediciones Obrador, lo haya escogido para iniciar con su novela Angélica, esta aventura hacia zonas fantásticas, de la Ciencia Ficción y otras variantes tan propensas a encontrar lectores fieles y apasionados. Precisamente, para satisfacer a aquellos lectores que ya leyeron la novela y a otros que la leerán en breve tiempo, me gustaría compartir con ustedes, estas «declaraciones» de Yoss, que narran cómo surgió su novela, cómo fue construyendo su mundo particularmente hermoso y complejo, entre otras confesiones que los ayudarán a acercarse a este texto inmejorable, que inevitablemente irá sumando lectores, como estrellas hay en nuestro cielo, en nuestra galaxia…

Aquí los dejo con las revelaciones de Yoss, sobre Angélica

Angélica inicialmente fue un cuento… que, como me sucede con cierta frecuencia, se estiró y estiró. La primera escena que escribí fue la de la llegada de la muchacha (entonces aún no tenía nombre) al planeta-prisión, y antes de darme cuenta tenía ya 22 cuartillas, en un prosa tan florida que apenas si la reconocí como mía al revisarla. Era teatral, grandilocuente, con un ritmo curiosamente poético… Y al imaginarme a mí mismo leyendo 100 o más páginas en ese estilo me di cuenta de que no era ese el camino. Había que rehacerlo todo… o echarlo a la papelera.

Pero la historia del mundo desierto con ceniza en vez de arena y su población de monstruos todos únicos y los convictos humanos condenados a moverse constantemente por ese infierno de origen volcánico aún me parecía válida… como una especie de exégesis de Dune, el clásico de Ciencia Ficción ecologista de Frank Herbert en los 60. Así que dejé descansar el texto por unos meses, y eso sirvió para que fuese creando entretanto un trasfondo político futurista de conquista espacial y antecedentes de intentos de colonización de Angélica, que era lo que me faltaba para que la trama fuese algo más que una sucesión de aventuras, una especie de masturbación mental para cazadores obsesos.

Como muchas de mis novelas de Ciencia Ficción escritas entre 1997 y 2010, tiene unas 110-115 cuartillas; la longitud exacta para poder competir en el Premio UPC de novela corta del género, que desde 1991 era el certamen más codiciado de la Ciencia Ficción en español. Yo mandaba todos los años, de hecho… hasta que lo gané con Súper extra grande en 2010, lo que catapultó mi carrera como escritor a un nivel superior. Pero esa es otra historia.

Me gustaba la gran ironía del contraste entre las implicaciones positivas del vocablo ‘angélica’ en la teología cristiana y la condición de lugar peligrosísimo del planeta. No obstante, preferí llamar onis a los monstruos que pululaban en sus dunas de ceniza y que siempre atacaban a todo lo que veían de manufactura humana, como los ogros japoneses, y a los fuertes y molestos vientos constantes que alzan nubes de ceniza y obligan a usar filtros y máscaras respiratorias wan wao, término chino, para dar la impresión de un futuro más… internacional, aunque con el espacio dividido entre corporaciones, no países. Los condenados de por vida en el planeta también son de todas las nacionalidades, y no sólo de la Tierra, por supuesto…

Pero, sinceramente, lo más difícil de la novela no fue ni esbozar la compleja relación de maestro-discípula a la vez que amantes entre Gondo y la muchacha, usando sobre todo diálogos ni las escenas de combate contra los onis. Ni tampoco concebir el curioso vehículo de Gondo el cazador, el torquemóvil, ese mototrineo especial para la ceniza-arena, con todo su armamento, sensores, sistemas de captación de agua y de ocultación. Ni siquiera ir dosificando la información que el desigual dúo va reuniendo sobre los misteriosos onis, su reproducción, los cristales que contienen, y su contrapartida, los ‘ángeles’ luminosos e incorpóreos que viven dentro de los cráteres…