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El inmenso caudal del conocimiento

Por lo general las personas cobran por hacer o decir lo que saben, motivo suficiente para incentivar la necesidad de estudiar y prepararse para la vida, eso significa aprender todo lo posible en al menos una materia, el resultado de esa preparación en cada cosa específica y en general de la vida, de la realidad, ya sea natural o social y de nosotros mismos, son los conocimientos; estos se acumulan a lo largo de toda la vida y por lo general se atesoran y resguardan como el bien más preciado.
Visto de esta manera el conocimiento es un bien individual y privado, quizás el más privado de los bienes, tan así que en ocasiones llega a confundirse con la persona misma, para muchos, uno es lo que uno sabe y lo que sabe es lo que lo distingue de los demás, Pedro el zapatero es distinto a Pedro el escritor, es otro Pedro, merced a lo que sabe y hace.
Sin embargo, el carácter individual del conocimiento no lo hace intransferible, por el contrario, la transferencia es inherente a él. La inmensa mayoría de lo que el hombre sabe, no es invención propia sino simple apropiación los conocimientos de otros, el ser humano aprende cuando se aprehende del conocimiento ajeno y esta es, seguro, la menos indebida de las apropiaciones, porque el conocimiento, aun individual es un producto colectivo, social por naturaleza. Recurso intangible al fin, si deja de ser transferido se pierde.
He aquí una contradicción, saber más significa tener más oportunidades en la vida, a decir de Martí, «Ser cultos para ser libres». Si se comparte lo que se sabe, se corre el riesgo de perder las «ventajas» de ser el que más sabe y si no se comparte, lo que sabe termina por perderse.
Por otro lado, cuando muchos comparten lo que saben todos saben más. El acto de escribir es un gesto altruista de conservar para compartir el conocimiento, un libro en sí mismo, independientemente de su contenido, no tiene ningún valor, hasta que no cae en las manos de quien lo lea, es entonces que se transforma, de conocimiento inerte conservado en conocimiento activo enriquecido.
Leer implica aprender, aprender permite saber y saber facilita el pensar, por eso entre otras muchas razones es conveniente iniciar a los niños desde muy temprano en el hábito de la lectura, no se aconseja esperar a que sepa leer, antes el niño necesita que los adultos le lean.
Leer no puede, o no debe, ser el resultado de haber aprendido a hacerlo, aprender a leer, debe ser consecuencia de saber que en los libros hay un caudal inmenso de conocimiento cautivador en espera de ser aprendido, sería algo como: no te daré el trompo hasta que sepas bailarlo, cuando la lógica indica dártelo para que aprendas, leer desde la niñez forma un vasto patrimonio individual de conocimientos que, inexorablemente a la postre, enriquece el pensamiento.